miércoles, 17 de septiembre de 2014

Las tortugas también aman

Jueves, 7 de septiembre. Claudia se disponía a atravesar la calle, cuando de repente un terrible rugido surgió de la alcantarilla. Intrigada, acudió a la llamada del ahorro. Allí descubrió una espeluznante imagen.

Volvamos 13 horas antes de lo sucedido. Sara se había levantado aquel día con una agradable sonrisa en la cara y es que era el cumpleaños de su tortuga. Turdman era un precioso ejemplar de acanthochelys macrocephala. Tenía cuatro patitas con sus respectivos siete dedos y medio. Fue capturado bajo libertad vigilada en Massachusetts. Allí trabajó como encargado de supervisión de una famosa cadena de restaurantes de comida rápida para financiarse una ingeniería en el MIT.



Pero vamos al grano, que me enrollo. Total que estaba Sara todo ilusionada, así que nada más levantarse de la cama, una fabulosa cama del Ikea, se fue corriendo a comprarle un regalo a su querida mascota. Primero pensó en comprarle un reloj, puesto que Turdman llegaba tarde a todas las citas con su agente de la condicional. Sin embargo, mientras paseaba por la calle se le ocurrió una idea mejor: una videoconsola.

Una vez estaba Sara ya en la tienda, se percató de que se había dejado el dinero en el asilo. De modo que calló un meteorito que acabó con toda la humanidad. De ahí tanto jaleo bajo la alcantarilla de Claudia. Conclusión: a caballo regalado no le mires el diente.




lunes, 15 de septiembre de 2014

El Amanecer de las Jirafas

Entonces vino el remolcador a sumergir de entre las tinieblas cual conejo que quiere reprobar la crema producida por un racimo de uvas. El camión que las llevaba se dirigía a la librería puesto que quería ser consciente de las noticias que estaban acechando al mundo. De forma que cogió su peine y se dispuso a observar el panorama que tenía ante sí. Había viajado mucho, así que primero pensó en construirse un iglú para así poder completar la hazaña que le competía.



Una vez construido el habitáculo, decidió prepararse la cena. Sin embargo, en ese momento se dio cuenta de que había edificado su habitación junto a un tranvía y una mujer le pidió a gritos que se marchase cuanto antes.

Llegada esta situación, el protagonista de nuestra historia decidió tomarse un antiácido para no acordarse de su familia, que vivía en un lugar que no quiero mencionar en estos momentos, ya que no viene a cuento.


Al volver en sí, cogió el microscopio que tenia a mano y lo tiró por la enredadera de la casa de alado. Fue entonces cuando una cigüeña que pasaba por ahí, se asustó y, sin querer, arrojó al locutor de esta historia por la ventana. Por suerte, era Navidad y justo estaba pasando Papá Noel, quien en un momento de grandeza, se dispuso a operar al susodicho.

De mientras, una muchedumbre que pasaba por ahí se puso en fila, para ver si Papá Noel les ubicaba donde estaba su morada en el mapa. Por desgracia, vino un coche por detrás y acabo arrollando a todos al mar. Menos mal que justo en ese momento apareció la Cruz Roja y pudo salvarlos a todos sin tener que desnudar a nadie. Como obsequio, los heridos decidieron regalarles una trompeta a los médicos.



Como sacrificio final el camionero de esta historia, decidió hundirse en el fango, ya que por su culpa se produjo una devastación apoteósica. No resulta curioso, que estaba este a punto de suicidarse, cuando de repente suena la alarma y se despierta de tal horrible sueño al que había sucumbido, pues se había dormido borracho.